IDEAS – ¿BUENAS O MALAS?:

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Que las ideas son pensamientos y que como tales son hechos abstractos es una obviedad que no escapa ni al más distraído, por lo que resulta una incoherente necedad pretender calificarlas ya desde su (repito) abstracta producción, tildándolas de «buenas ideas» o de «malas ideas» sin ni siquiera intentar llevarlas a la práctica – más aún en el caso de las «malas» – llegando en muchos casos al desparpajo de felicitar efusivamente a quien expresa una «idea brillante» o peor aún, a descartar de plano una «pésima idea», ambas evaluadas vaya Dios a saber con qué parámetros y sin tener la más mínima noción de lo que puede resultar una vez puesta en práctica.

Siempre sostuve que los grandes pensamientos, las ideas, no solo necesitan de un poderoso impulsor para elevarlas y difundirlas sino que además necesitan contar con una gran estructura que las mantenga y las contenga y con el sustento suficiente para un «buen aterrizar» o sea para ponerlas con éxito en el terreno correspondiente. Hasta ese entonces, hasta que cumpla totalmente con el proceso de «elevarse, mantenerse y aterrizar», no podremos saber si se trata de una buena o una mala idea. La historia de la comercialización de bienes y servicios cuenta con innumerables casos de estrepitosos fracasos de «excelentes ideas» o de rimbombantes triunfos acerca de los cuales otros comentaron «a mí se me había ocurrido, pero no me pareció una buena idea» o «es una mala idea, no sirve, no va a funcionar». Después, como es fácil imaginar, se tuvieron que tragar su equivocado comentario.

Por ello y especialmente en la función empresarial, de liderazgo o de conductor de equipos, tratemos de ser mas objetivos cuando de evaluar una idea o un proyecto se trate, calificándolos de «viables» – «posibles de realizar» – «prometedores» – «con potencial de éxito» – «atractivos» – o en su defecto «no posibles de realizar» – «fuera de presupuesto» – «fuera de planificación» – por citar algunos ejemplos de calificación y que pueden servir de disparadores para encontrar el adecuado para cada caso en particular.
Dejemos de lado, de una vez por todas, las expresiones de «buenas» y «malas» para evaluar las ideas.

Dr. Fernando O. Olmedo

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