Los colibríes, verdaderas joyas aladas

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Pocas aves han llamado tanto la atención de los humanos como los pájaros mosca o colibríes. Con cerca de 450 formas, de los cuales 319 son especies bien diferenciables, los colibríes constituyen uno de los grupos de aves más homogéneos y de un mayor índice de especialización de todo el mundo -el colibrí es el único pájaro que puede volar hacia atrás-.

Presentan un gran polimorfismo en cuanto a su apariencia externa, pudiendo resultar su colorido, forma y tamaño sumamente variados.

El más pequeño de ellos es el colibrí abeja cuyo cuerpo no sobrepasa el volumen de un abejorro. Este colibrí vive en Cuba y su longitud total, desde el borde de la cola a la punta de su largísimo pico no llega a 5 centímetros.

Su corazón, sólo comparable con el de un canario, late hasta 1.000 veces por minuto. Sus huevos miden entre 8 y 10 milímetros y su nido es como un dedal.

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El más grande de ellos, el colibrí gigante vive en Los Andes y llega a medir 20 centímetros -sólo su pico posee el mismo tamaño que el del más chico de los colibríes-.

El vuelo de estas aves, semejante por su perfección al de las mariposas nocturnas, consiste casi invariablemente en una sucesión ininterrumpida de aleteos de frecuencia extraordinariamente alta, que llega a 80 aleteos por segundo en las especies más pequeñas.

Su dieta, mixta, se compone tanto de alimento animal como vegetal, concretamente, artrópodos y secreciones de las flores. Sin duda alguna, los colibríes pueden ser considerados como los vertebrados que consumen mayor cantidad de alimento en relación a su propio volumen.

Traduciendo las proteínas de los pequeños insectos que captura un colibrí por día en proteínas obtenidas por el hombre en forma de carne equivaldría a 130 kilos para un hombre adulto de peso medio en el mismo período de tiempo.

Los colibríes descansan en las ramas de árboles, apoyados sobre una sola pata y generalmente, después de bañarse, suelen dar, en pleno vuelo, una especie de aplauso batiendo ambas alas. El ruido producido por este aplauso se debe más, según parece, a un cambio de sentido en los aleteos que a un verdadero choque entre las puntas de las alas.

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